lunes, 25 de agosto de 2014

Gatito,
Empiezo a escribirte esta carta a los cuarenta y dos minutos de haberse iniciado el martes. Ahora que escribo cuarenta y dos me doy cuenta de lo mucho que me incomoda utilizar los números tal cual nos enseñaron a escribirlos en los cuadernos de matemática: 42. Es raro ¿no?, no me incomoda dibujarlos o escribirlos a mano, pero acá, en este papel de píxeles, con esta letra que ha sido inventada por otro y que uso para darte mis palabras, no sé... se me hace difícil colocar 42 en lugar de cuarenta y dos. Cuarentaydos.

Hoy, es decir ayer, fue el cumpleaños de mi hermana mayor. Ella vive en Virginia desde hace mucho tiempo y creo que no pasa su cumpleaños en Perú desde hace diez años aproximadamente. ¿Recuerdas cómo fue tu último cumpleaños en Perú?

Mi madre acostumbra a prepararnos nuestros platos favoritos el día en que festejamos un año más de estar en este mundo, a mí me gusta mucho el ají de gallina o los tallarines verdes. A Úrsula, el arroz tapado; y a Romina... pues a Romina no lo sé o no lo recuerdo, que para efectos prácticos -en este instante- es lo mismo.

Esta mañana se me olvidó el nombre de Chabuca Granda. Le contaba a una amiga mexicana que se está quedando en mi casa sobre Lucha Reyes, le decía que era mi intérprete favorita en cuanto a música criolla. Luego le quería contar sobre Chabuca, pero se me había extraviado el nombre y me pareció tan horrible como si perdiera el nombre de mi madre o de alguna amiga muy querida. Me preocupé, pensé: pucha, ya se me está llenando la memoria. Tendré que comprarme una de mayor capacidad y luego llevar mi cabeza a la avenida Wilson para que me la instalen. A Asimov le resultaría sexy todo esto.

El otro día un chico me preguntaba sobre mis primeros recuerdos. Esos temas siempre me dejan un poco loca porque es algo de lo que ya hablé tanto que no tengo que hacer esfuerzo alguno para decir: yo bebiendo chicha en un biberón, debo tener algo de tres años. Me he aprendido de memoria mi primer recuerdo. Es una línea de diálogo en el guion de mi vida. Es una respuesta automática y sosa. Pero entonces este chico me dice algo como: 'Debió ser un choque ¿no?' y yo le digo 'A qué te refieres con eso', entonces me vino con un rollo sobre las sensaciones y los recuerdos y me hizo muchas y distintas preguntas sobre aquel recuerdo y sucedió que pude recordar de verdad y ya no de paporreta. Pensé en lo extraño que era tener un líquido oscuro en el biberón en el que solo se me servía inmaculada blanca leche o transparente agua que era prácticamente como beberme mis manos distorsionadas. Un líquido oscuro y dulce, opuesto total a lo acostumbrado. Un líquido oscuro, dulce y sabroso -sí, sabroso- en un objeto que simula el seno materno. Mi primer recuerdo es una ruptura.

Te escribo desde mi habitación en Lima. Todos ya se fueron a dormir. J. se acuesta a las ocho y media de la noche porque tiene que despertar muy temprano para ir al colegio. A ratos voy y lo miro porque suele destaparse o taparse todo y ambas situaciones me atemorizan un poco. Tengo la tele encendida en mute. Las medias que traigo puestas son de color gris. Tengo un poco de hambre que probablemente sea ansiedad. Mañana -es decir hoy- prepararemos mole y pintaremos portadas a los libros de cartón. Me entusiasma mucho esto de los libros de cartón, pero dedicaré más adelante una carta entera para contarte a detalle este asunto.

Ayer -es decir el domingo- fuimos a ver el documental sobre Eielson. ¿Te enteraste de ese documental? Está dirigido por Patricia Pereyra a quien yo recordaba de una telenovela llamada 'Travesuras del corazón', la cual fue transmitida en el canal cinco en los noventa. Al parecer este documental era parte de un proyecto más ambicioso sobre la generación del cincuenta, pero al parecer no se dio y Pereyra se quedó solo con algunas piezas. No fuimos más de veinte en la sala. El vídeo dura menos de una hora y es probablemente uno de los últimos registros audiovisuales de Eielson, el cual murió a pocos meses de la entrevista que se muestra. Para serte franca, no es un gran documental, pero la presencia de Jorge Eduardo es tan impactante que podría asistir a su proyección todos los días. Me ha conmovido mucho escuchar su voz con esa claridad diciendo cosas como 'Si algo parece arte, de seguro no es arte', verlo desplazarse en su jardín y hablar de su árbol de paltas y el aroma de las hojas del naranjo, explicar sus proyectos futuros, pero sobretodo sentirlo totalmente disconforme hasta el final. Toda esta soltura y espontaneidad que brota debido a que la chica que hace el documental prácticamente no sabe nada sobre  Eielson y va de una forma muy ingenua, sin esa impostura y rigidez de los académicos... Como te digo, desde cierto ángulo no es un gran documental -hasta resulta un poco frustrante- pero sí, un registro muy valioso y conmovedor.

Gatito, me iré a dormir ahora, creo que me he excedido con la extensión de esta carta. Es la 1:23 (en números) acá y tengo ganas de sopa de sémola pero es tarde y ya empeñé mi lámpara de los deseos.

Te escribo en estos días, disculparás las faltas u ortográficas o gramaticales.
Abrazos.
Buenas noches.

Kara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario