miércoles, 17 de septiembre de 2014



Karacolita,

No sé si te das cuenta, pero a veces resultas ser muy tierna. Que imagines que camino entre piñatas y mercados; que un panadero pase con su triciclo en el Polo Norte, no sé, es como si me pusieras una frazada de color azul claro y me dejaras una taza de chocolate caliente mientras yo, como en estos días, andaría en mis días de furia o de perro negro.

Aquí, la verdad, solo hay bosques y bosques que atravieso para no perder el bus. El pan se compra en el supermercado y es oscuro. De primera impresión te parecería uno de esos queques de torta de matrimonio,  de los antiguos, esos que son tan compactos de tantas pasas y nueces y oscuros por la canela y la nuez moscada. El pan es así, compacto y oscuro por las semillas y la harina de centeno. Te acostumbras, como te acostumbras al bosque y a la ausencia de triciclos que te venden pan, mandarina, papaya, plátanos diez por un sol o manjar blanco especial de Cajamarca; todos esos vendedores que me despertaban. Ahora despierto con la estación de noticias que tengo en un radio reloj despertador de números rojos.

Entre el 97-98 fui a un curso de inglés en la Plaza Francia, allí en el centro de idiomas de la Católica. Mi profesora era una señora con acento de algún lado de Inglaterra porque había vivido allí, creo. Tenía el pelo largo y rizado y unos anteojos bien redondos, pecosa. Manejaba un VW escarabajo blanco y siempre la imaginaba rodeada de cosas antiguas. Ella era como una antigüedad. Creo que le caía bien, porque yo siempre he sido medio nerd y hacía todas las tareas. No era afanosa, pero no sé, las hacía; además, me gustan los idiomas. Aprendí a imitar su acento y el año pasado que estuve en Londres me preguntaron si había aprendido inglés en el sur. Les dije que aprendí inglés en Lima, en el centro, cerca de una plaza Francia y de una feria de libros usados y casetes piratas.

Me gustaba ir a ese curso porque allí conocí a una chica que se llamaba Mónica. Ahora que lo pienso, ella era un poco así como tú, porque era tierna, pero a veces parecía que sacaba su látigo de dominatriz y lo dejaba en la mesa mientras te contaba, tomándose un tecito con canela, que era la estrella de una película donde salía calata y mataba zombies. Era como tornasolada. Se vestía con una ropa que no te decía mucho, jeans, polo, zapatillas pero cuando bailaba parecía que te estaba contando todo. Con ella fui por primera vez a esas discotecas en el centro, llenas de adolescentes que se tiraban la pera de la academia. Felizmente no bebíamos alcohol (quizá una botella de cerveza entre las dos y ya) porque estábamos muy misias o porque teníamos miedo que nos sacasen la entreputa al llegar a casa oliendo a chela. De beber alcohol hubiésemos acabado siendo las bebitas de algún pandillero causha, no sé. Igual, quizás hubiese sido divertido, pero no hubiésemos aprobado el curso. No había FB por entonces, pero tengo muchas fotos mentales de ese único ciclo. También, esa Mónica, me llevaba a unas juguerías en el centro donde comíamos unas ensaladas de frutas servidas en balde. Ella también era hija única y vivía solo con su mamá. Creo que nos hicimos buenas amigas porque las dos éramos curiosas y tan giles que por entonces no entendíamos bien lo que era el peligro y por eso la pasábamos bien bailando entre pandilleros.    

Ahora que mencionas la flojera o el autosaboteo, creo que estoy un poco deprimida. Es que estoy muy cansada y prefiero que la gente desaparezca, o se conviertan en gatos o erizos. No sé. En mi cerebro hay un CD rayado. Trato de cambiarlo, adelantar la canción, pero algo se arrastra y se repite. Me canso muy rápido y lentamente el CD deja de sonar y solo hay un zumbido en mi cabeza. Cuando estoy así, el poco contacto que tengo con la gente me resulta igual de repetitivo. Estoy agotada mentalmente pero quizá es también, tengo que decirte, que hay días en los que cargo 300 kilos de alimento balanceado, saco por saco hasta el almacén. Eso también hago en la veterinaria, además de curar heridas, sostener a los animales mientras los asisten y afeitarle los testículos o la panza a los gatos y gatas que van a esterilizar.

Ayer pensé en escribir un cuento sobre un tipo que iba a la selva y le sirvieron mono frito. Después de eso, empezaba a actuar como mono, pero bueno, casi nadie se daba cuenta porque en el fondo todos somos unos monos. El se preguntaba si ellos también habían comido mono frito o es que eran así. Lo estuve escribiendo en la veterinaria cuando no hubo nada que hacer, pero después del trabajo del almacén y con mi CD rayado mental me cansé y la mona fui yo. Pensé que era una mejor idea rascarme la cabeza y comer un plátano.

Cumplí 35 años hace poco, sí. Hice una cena y recordé a mi abuela cuando decía "tanta cosa para que se lo coman en un rin ran y se vayan y dejen todo sucio" :-) Y sí. Me gusta cocinar y me afané con la cena. Hice alce al vino. Y luego vienen tus invitados, hablan entre sí, comen y comen, beben, brindan por ti, siguen comiendo, el postre y después el cognac y ya chau. Me agoté y estuve agotada toda la cena. Cuando estoy en estos estados las convenciones sociales me resultan vacías y tengo ganas de volverme un erizo y meterme en un hueco a contar mis púas.

Alguna vez has visto un tiburón? Yo una vez, en Ecuador, vi un tiburón (o pez) martillo, bueno, así lo llamaban. Chiquito nomás. Si separas tus brazos como en las imágenes religiosas del corazón de Jesús con sus llagas; así era, de ese tamaño.

Bueno,

Me voy a conversar con Kokorito.

Tuya de ti.

Claudia.

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